Qué Significa La Palabra Bautismo

Qué Significa La Palabra Bautismo
El bautismo es el primer sacramento del cristianismo, el cual se practica como un ritual de iniciación en todas las confesiones religiosas que siguen el mensaje de Jesucristo. La palabra proviene del griego βαπτίζειν o “baptízein” que quiere decir ‘sumergir’.

La inmersión alude a los rituales de purificación antiguos en los cuales el penitente se sumergía en las aguas y se levantaba de ellas en señal de renacimiento espiritual. Se cree que por medio del bautismo, las personas expresan el arrepentimiento de sus pecados, el nacimiento a una nueva vida orientada al seguimiento del Evangelio y su incorporación a la comunidad de creyentes, es decir, a la Iglesia.

Asimismo, se cree que por medio del bautismo la persona recibe el don del Espíritu Santo, la redención de los pecados y, en consecuencia, la gracia de Dios. Antiguamente, el bautismo se practicaba en la edad adulta, tal como hoy en día se sigue practicando en las confesiones protestantes.

¿Qué significa la palabra bautismo en la Biblia?

El bautismo por inmersión en el agua, llevado a cabo por alguien con la debida autoridad, es la primera ordenanza salvadora del Evangelio. Supone un requisito para llegar a ser miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y recibir la salvación eterna.

¿Qué es el bautismo y qué significa?

El Sacramento del Bautismo abre la puerta a una nueva vida en Jesucristo, una vida que va más allá de nuestra muerte y en la vida del cielo después de nuestra muerte. El Bautismo es el Sacramento de la salvación: un encuentro con Dios que nos limpia del pecado y nos hace verdaderos hijos de Dios, compartiendo su propia vida divina.

  • Este gran regalo se ofrece a todos los que creen y a los hijos de familias de fe.
  • Desde sus primeros días, la Iglesia ha bautizado a adultos y niños porque es la única forma ordinaria en que Dios ha revelado que podemos recibir la gracia de la salvación a través de esta participación en la muerte y resurrección de Jesucristo, como San Pablo enseña en Romanos capítulo 6 : “Por lo tanto, fuimos sepultados con él por el bautismo en la muerte, de modo que cuando Cristo resucitó de la muerte por la gloria del Padre, nosotros también podríamos caminar en una nueva vida,

si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él, Entonces también deben considerarse muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.” – (Romanos 6:3, 8, 11) El bautismo es el primero de los tres Sacramentos de Iniciación. Los otros dos son la Confirmación y la Sagrada Comunión (Eucaristía).

¿Cuál es el origen de la palabra bautismo?

BAUTISMO – La palabra ” bautismo ” viene del griego baptismos y significa “sacramento cristiano, rito de purificacin usando agua”. Sus componentes lxicos son: baptein (sumergir, hundir, ahogar), ms el sufijo -ismo (actividad, doctrina, sistema). Ver: sufijos, otras raíces griegas, bautizar,

Atención : Esta es una entrada mínima. Solamente incluye la radicacin y la sufijacin de la palabra bautismo, Ni siquiera la tenemos en el ndice alfabtico de abajo y no la incluimos en el nmero total de palabras de este diccionario. Se recomienda seguir los enlaces dados arriba en letras azules para más información sobre los elementos que forman esta palabra.

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¿Qué significa en griego la palabra bautismo?

Etimología. Del latín baptīzō, baptīzāre, a su vez del griego antiguo βᾰπτῐ́ζω (baptízō, ‘ sumergir ‘).

¿Qué dijo Dios sobre el bautismo?

Jesús declaró: ‘Y cualquiera que crea en mí, y sea bautizado el reino de Dios. Y quien no crea en mí, ni sea bautizado, será condenado’ (3 Nefi 11:33–34). El bautismo es la puerta por la cual entramos a la senda que conduce al reino celestial (véase 2 Nefi 31:17–18).

¿Cuál es la finalidad de ser bautizado?

El Sacramento del Bautismo | Formación litúrgica A través del Bautismo entramos a formar parte de la Iglesia y nos convertimos en hijos de Dios. Un sacramento que se recibe una vez en la vida y que imprime carácter. La celebración del Bautismo está contenida en su ritual propio: el Ritual del Bautismo de niños.

  • Como todos los demás rituales, antes de ofrecer los textos y las rúbricas de la celebración, encontramos una sección introductoria, llamada técnicamente los praenotanda, término en latín que podríamos traducir, de forma libre, como orientaciones previas.
  • Es lo mismo que la Ordenación General que encontramos en el Misal Romano, de la que hemos hablado muchas veces en estos artículos.

Los praenotanda del ritual del Bautismo nos hablan de muchas cosas. Por ejemplo, comienzan situando el Bautismo dentro de los Sacramentos de Iniciación Cristiana, describiendo más adelante lo que el Bautismo es desde el punto de vista teológico: sacramento de la fe, incorporación a la vida de la Iglesia, nacimiento a la vida de Dios y participación en el Misterio Pascual.

Continúa el documento resaltando la importancia y el sentido del Bautismo de los niños, práctica que la Iglesia tiene desde el comienzo mismo de su vida, en la época apostólica, cuando eran bautizadas familias enteras que venían a la fe. Un capítulo importante en los praenotanda del ritual del Bautismo es sin duda el que se refiere a las funciones y ministerios que intervienen en la celebración.

De lo primero que nos habla en este apartado es de la función del pueblo de Dios. Y es que las acciones litúrgicas, entre las que destacan especialmente los sacramentos, “no son acciones privadas, sino celebraciones de la Iglesia”. Esta rotunda afirmación la encontramos en el Concilio Vaticano II, en el número 26 de la Constitución sobre la Sagrada Liturgia, y también en el Catecismo de la Iglesia Católica, en el número 1.140.

Quiero resaltar esto porque hay veces en las que nos encontramos, con respecto a los sacramentos, una mentalidad privatizante que nada tiene que ver con la fe y con lo que los sacramentos son. No es “mi misa”, “mi bautizo” o “mi boda”. Mucho antes de ser nuestra, la celebración es de Dios mismo, de Cristo, y también de la Iglesia.

La mentalidad privatizante tiene como mínimo dos peligros. El primero es sacar el sacramento del contexto que le es propio: la Iglesia y la comunidad cristiana. ¿Por qué hay familias que piden que el bautizo de sus niños, o la primera comunión, no se celebre junto con otros niños y familias? ¿Por qué se excluye la realidad comunitaria? ¿Para hacerlo más exclusivo, más mío? ¿Qué ganamos realmente con eso, si es que ganamos algo? El otro peligro es que, al hacer mío el sacramento, puedo modelarlo, si no manipularlo, a mi antojo o según mis gustos.

  1. Las normas litúrgicas y eclesiales no están puestas al antojo de alguien que un día las inventó, ni están puestas para decir un no rotundo a todo.
  2. Las normas litúrgicas sirven para garantizar que lo que estamos celebrando sea realmente el sacramento tal y como lo concibe la Iglesia, en comunión con ella.

A mí me puede parecer muy bonito que sean padrinos de mi hijo unos amigos míos de toda la vida, pero si esos amigos no están bautizados, por ejemplo, no están capacitados para cumplir con la tarea del padrino, y por tanto no pueden serlo. Porque si no, estaríamos celebrando otra cosa, pero no un bautizo dentro de la comunión de la Iglesia.

La figura de los padres En el número 15 del Ritual del Bautismo de niños se nos habla de la función de los padres en el Sacramento del Bautismo, antes y después de la celebración. En concreto, cuando habla de la función antes de la celebración, plantea que es responsabilidad de los padres el tener una formación adecuada de cara a una celebración consciente.

Muchas veces planteamos el tema justo al revés: parece que la parroquia es la que impone unos cursillos prebautismales que a muchas parejas les parecen algo superfluo e intentan escaquearse. La responsabilidad de la formación previa es de los propios padres.

Otra cosa es que, como dice el mismo número, la parroquia deba, en correspondencia, proveer cómo se ha de llevar a cabo esa formación. Por eso muchas veces nos encontramos diferencias entre los cursillos prebautismales de una parroquia o de otra. En cualquier caso, el contacto con el párroco es subrayado como algo importante.

Esta formación no es simple transmisión de conocimientos o preparación de la celebración, sino que ha de ser también un momento de anuncio y evangelización, dado que, por desgracia, muchas familias vienen a bautizar a sus hijos sin una práctica de fe consolidada.

  1. Insiste luego el en algo que hoy nos parece obvio: la importancia de que los padres asistan a la celebración.
  2. En el pasado, no demasiado remoto, la madre, convaleciente del parto, había veces que no podía acudir, al celebrarse el Bautismo en el mismo día del nacimiento del niño o pocos días después.
  3. Durante la celebración, la función y el papel de los padres es fundamental, especialmente en algunos momentos: cuando piden públicamente que sea bautizado el niño; cuando lo signan en la frente, después del celebrante; cuando hacen la renuncia a Satanás y pronuncian la profesión de fe; cuando llevan el niño a la fuente bautismal (función que corresponde principalmente a la madre); cuando encienden el cirio; o cuando reciben la bendición especial destinada a las madres y a los padres.

Cuando expliquemos estos momentos resaltaremos el sentido y la importancia de los padres en cada uno de ellos. Es verdad que, en la sociedad actual, encontramos situaciones personales que no son la ideal que plantea el ritual. Vienen, por ejemplo, a bautizar a sus hijos padres que no están unidos por el sacramento del Matrimonio; o que están divorciados civilmente, o niños que son hijos de madre soltera, etc.

Esto requiere un proceso de discernimiento que nunca es igual en todos los casos y que a veces resulta doloroso. El ritual solamente contempla un caso y da el criterio para discernir: cuando uno de los padres no profesa la fe católica. ¿Qué ha de hacer entonces en el momento de proclamarla? ¿Fingir? ¿Decirlo formalmente aunque no la profese? Dice el ritual: “Si acaso alguno no pudiera, en conciencia, hacer la profesión de fe –por ejemplo, por no ser católico–, puede guardar silencio.

En este caso, sólo se le pide que cuando presente su hijo al Bautismo garantice o, por lo menos, permita que el niño sea educado en la fe bautismal”. Y, respecto al después del bautismo, añade: “Después de conferido el Bautismo, los padres, por gratitud a Dios y por fidelidad a la misión recibida, deben conducir al niño al conocimiento de Dios, del cual ha sido hecho hijo adoptivo, así como prepararle a la Confirmación y a la Eucaristía.

En esta tarea el párroco les prestará ayuda con medios adecuados”. Los padrinos, corresponsables de la educación en la fe “Según costumbre antiquísima de la Iglesia, no se admite a un adulto al Bautismo sin un padrino (o padrinos, dado que en el Bautismo pueden ser dos, hombre y mujer, o solamente uno), tomado de entre los miembros de la comunidad cristiana ().

En el Bautismo de un niño debe haber también un padrino: representa a la familia, como extensión espiritual de la misma, y a la Iglesia madre, y, cuando sea necesario, ayuda a los padres para que el niño llegue a profesar la fe y a expresarla en su vida”.

Los padrinos tienen, por tanto, una función de representación: tanto de la familia del niño como de la Iglesia misma, que le confía una misión: ayudar a los padres en la educación en la fe del niño que va a ser bautizado. Es, por tanto, una tarea de corresponsabilidad. Los padrinos intervienen en la celebración del Bautismo para profesar, juntamente con los padres, la fe de la Iglesia en la cual es bautizado el niño.

Se hace, por tanto, garante de que el niño llegue un día a profesar por sí mismo esa fe que es la de la Iglesia, que se le presta en el momento el Bautismo para que el niño pueda ser bautizado, confiando en la promesa de la futura educación en la fe, hecha por los padres y con la colaboración de los padrinos.

  • Para ser padrino o madrina el ritual plantea tres requisitos fundamentales: el primero de ellos es la madurez en la fe cristiana.
  • Una persona que se diga, por ejemplo, creyente, pero no practicante –lo cual es una contradicción: si no celebras tu fe, ¿cómo la alimentarás y la harás crecer?–, o una persona que directamente se declare no creyente, ¿cómo podrá ayudar a los padres a guiar al niño por el camino de la fe cristiana –profesada, celebrada y vivida–, si no lo ha recorrido o no le da importancia? A veces los criterios de los padres al elegir a los padrinos del niño –amistad, cercanía, parentesco–, que pueden ser muy razonables, no tienen nada que ver con la función real que se les confía.

Precisamente para garantizar, en la medida de lo posible, que los padrinos hayan recorrido el camino de la fe, marcado por los sacramentos, se pide que hayan recibido los tres sacramentos de la Iniciación Cristiana: Bautismo, Confirmación y Eucaristía.

  • El ritual no plantea ninguna excepción.
  • Para quien no cumple estos requisitos está la posibilidad de constar como testigo del Bautismo, pero no podrá ejercer la función de padrino.
  • El ritual se pone muy serio con este tema en el número 20: “Los padres han de tomar en serio la elección de buenos padrinos para sus hijos, a fin de que el padrinazgo no se convierta en una institución de puro trámite y formalismo.

No deben dejarse guiar únicamente por razones de parentesco, amistad o prestigio social, sino por un deseo sincero de asegurar a sus hijos unos padrinos que, por su edad, proximidad, formación y vidas cristianas, sean capaces de influir, en su día, eficazmente en la educación cristiana de aquellos”.

  1. Soy muy consciente –lo he vivido en mis propias carnes siendo párroco– de que este tema concreto es fuente de muchísimos conflictos e incomprensión en las parroquias.
  2. Lo que pretendo en este artículo, citando los números del ritual es, por una parte, mostrar la verdadera naturaleza de la función de los padrinos en el Bautismo y, por otra, aclarar que las condiciones externas que pone la Iglesia en el Código de Derecho Canónico o en nuestro Directorio diocesano para la pastoral de los sacramentos no son un capricho, sino el deseo sincero de que quien es bautizado de niño pueda ser adecuadamente acompañado en el camino de la fe a lo largo de su vida.

Otras consideraciones nada tienen que ver con la celebración del sacramento. La celebración del Sacramento del Bautismo La celebración del Bautismo de niños comienza con el rito de acogida. Tanto la Eucaristía como los demás sacramentos y sacramentales comienzan con lo que solemos llamar ritos iniciales,

Se trata de aquella parte de la celebración que nos dispone a escuchar la Palabra y a celebrar el sacramento o sacramental que corresponda, ayudándonos también a tomar conciencia de que, reunidos en nombre del Señor, somos la comunidad cristiana, la Iglesia de Cristo, unidos por un vínculo de comunión que no depende de nosotros, sino que es creado por el Espíritu que habita en nosotros.

Solamente tomando conciencia de ello es como participamos de forma más plena en la celebración, porque toda celebración cristiana es por naturaleza comunitaria. Como nos recuerda Sacrosanctum Concilium, la constitución conciliar sobre liturgia, no se trata de acciones privadas, sino de celebraciones de la Iglesia.

Los ritos iniciales del Bautismo consisten fundamentalmente en la acogida del niño en la comunidad cristiana. Nos recuerdan los praenotanda del ritual: “(en el rito de acogida) se expresa la voluntad de los padres y padrinos, y la intención de la Iglesia de celebrar el Bautismo: esto se manifiesta por medio de la signación en la frente de los niños, hecha por los padres y por el celebrante”.

La dinámica del rito de acogida es sencilla: mientras se canta un canto adecuado, el sacerdote se dirige a la puerta de la iglesia. Allí aguardan los padres y padrinos con el niño. También pueden estar ya dentro de la iglesia, en su lugar, pero es muy característico recibirlos a la puerta de la iglesia e invitarles a entrar, significando así el sentido de acogida en la Iglesia –con mayúscula, la comunidad de los fieles– del niño que va a ser bautizado y que, precisamente por medio del Bautismo, pasará a formar parte del Pueblo de Dios.

  1. Una vez que el celebrante llega a donde están los padres y padrinos con el niño les saluda y les recuerda el gozo con el que han recibido a este niño como un don de Dios, que es la fuente de toda vida y que quiere ahora comunicarla.
  2. Inmediatamente pregunta a los padres por el nombre de cada niño.
  3. Para Dios nadie es anónimo.

Él nos ha creado y ha pensado para cada uno de nosotros una hermosa historia de salvación, de encuentro con Él a través de nuestra vida. Esto es lo que el nombre significa en la Sagrada Escritura: Dios nos conoce por nuestro nombre, Dios nos ama. Luego se les pregunta a los padres qué han venido a pedir a la Iglesia.

  • La respuesta: “el Bautismo”, o bien otra similar: “la gracia de Cristo”, “la entrada en la Iglesia”, “la vida eterna”.
  • Los padres aparecen así como responsables y garantes de la fe de su hijo y, por tanto, de su futura educación en la fe.
  • Es lo que el celebrante les pregunta inmediatamente después: si son conscientes de esa obligación de educar en la fe a los hijos.

A los padrinos les interrogará sobre su disponibilidad de ayudar a los padres en la tarea de la educación en la fe. Manifestar delante de la comunidad el compromiso de los padres y padrinos es garantía suficiente para acoger al niño en la Iglesia. Esto se hace por medio de la señal del cristiano, la señal de la Cruz, que el celebrante, los padres y los padrinos, en nombre de toda la comunidad, trazan en la frente del niño sin decir nada.

  • Después, ya en su lugar, se escuchará la Palabra de Dios.
  • La Iglesia, por tanto, se alegra en estos primeros ritos del Bautismo al acoger a un nuevo miembro a través de esta celebración.
  • Por eso, el ritual aconseja que la comunidad parroquial participe, de alguna manera, en el Bautismo, para hacer presente esa acogida y ese gozo pascual.

La liturgia de la Palabra en el sacramento “La celebración de la Palabra de Dios se ordena a que, antes de realizar el sacramento, se avive la fe de los padres y padrinos y de todos los presentes, y se ruegue en la oración común por el fruto del sacramento.

Esta celebración consta de la lectura de uno o varios textos de la Sagrada Escritura; de la homilía, juntamente con un tiempo de silencio; de la oración de los fieles, que concluye con una oración en forma de exorcismo, y a su vez introduce la unción con el óleo de los catecúmenos o la imposición de manos”.

Así describe la Liturgia de la Palabra el número 69 de los praenotanda –introducción o notas previas– del Ritual del Bautismo de niños. En efecto, la primera finalidad de la proclamación de la Palabra de Dios en la celebración litúrgica es que se avive la fe de los creyentes.

  • La fe viene por la escucha atenta de la Palabra de Dios (cf.
  • Rom 10,17).
  • Sin esa fe viva la gracia del sacramento no sería acogida plenamente.
  • El número 69 señala directamente a los padres, en primer lugar; a los padrinos, en segundo; y a “todos los presentes”, a la asamblea, que representan a la Iglesia misma.

El niño será bautizado “en la fe de la Iglesia”, de la que participan tanto los padres y padrinos como el resto de la asamblea, y por eso es necesario que se avive por la escucha de la Palabra de Dios antes de realizar el sacramento. Cómo se articula la proclamación de las lecturas depende ya de quien ha preparado la celebración y de las circunstancias de la misma –por ejemplo, del número de niños que han de ser bautizados, para no alargarla excesivamente–.

  • En cualquier caso, como mínimo habrá una lectura, normalmente del Evangelio, pero pueden hacerse varias, incluyendo también el salmo responsorial.
  • Por eso el número 70 habla de la cuidadosa preparación de la Liturgia de la Palabra en todas sus partes –lecturas, homilía, silencio, oración de los fieles–.
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Dirá luego el número 71: “De la conveniente elección de las lecturas depende en gran parte el fruto de esta celebración de la Palabra. La brevedad o el gusto personal del celebrante no ha de ser el criterio decisivo, sino el interés pastoral de la comunidad”.

La homilía –que el número 69 nombra de pasada y el número 72 desarrolla un poco más– debería, partiendo de la Palabra proclamada, iluminar el hecho concreto del Bautismo de los niños que se está celebrando, ayudando a padres, padrinos y asamblea –a quienes antes se ha nombrado al hablar de la escucha de la Palabra de Dios– a entender mejor el sentido de lo que están celebrando: “la homilía, como parte integrante del rito, dentro de su brevedad, tiende a explicar las lecturas y a llevar a los presentes a un conocimiento más profundo del Bautismo y a la aceptación de las responsabilidades que nacen del mismo, sobre todo para los padres y padrinos”.

Es el número 72 de los praenotanda, La Liturgia de la Palabra concluye con una oración de los fieles donde se pide especialmente por el niño, sus padres y padrinos. Esta plegaria concluye con una oración que el ritual llama de exorcismo, Los exorcismos, tanto en el ritual de la iniciación cristiana de adultos como el que ha quedado en el Bautismo de niños, son oraciones que piden que el Espíritu llene la vida de la persona –niño o adulto– y el poder del mal no pueda nada contra él.

Precisamente por eso, acabada esta oración, el niño es ungido en el pecho con el óleo de catecúmenos, aceite bendecido por el obispo en la Misa Crismal que, como dice la oración de la unción, es signo de la fortaleza que el Espíritu Santo nos da para, a su tiempo en el caso del niño, vivir la fe con todas las consecuencias.

Los ritos que nos preparan para la celebración Acabada la liturgia de la Palabra –que, como recordaremos, comprende, aparte de las lecturas y la homilía, algunos ritos como la unción prebautismal– comienza la celebración del sacramento propiamente dicho.

  • El rito del Bautismo está precedido por la bendición del agua y por las renuncias y la profesión de fe.
  • La bendición del agua es “una oración solemne del celebrante, que, recordando la historia de la salvación e invocando a Dios, bendice el agua del Bautismo o recuerda su bendición” (n.73).
  • Es muy significativo que esta oración sea exactamente la misma que se utiliza en la Vigilia Pascual en la noche santa.

Esto significa que aunque estemos en el más humilde de los bautizos, para el niño que es bautizado supone la participación en la Pascua del Señor. Se trata de una oración larga. Como todas las grandes plegarias utilizadas en la liturgia, comienza con una gran anámnesis, es decir, un recorrido por la historia de la salvación, mostrando lo que Dios ya ha hecho.

  1. En este caso se alude a varios textos bíblicos, tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo, donde aparece el agua como signo e instrumento de la salvación de Dios.
  2. En concreto se alude a la creación, en la que “el Espíritu de Dios se cernía sobre las aguas”, en palabras del Génesis; luego a Noé y el diluvio, donde las aguas dieron paso a una nueva creación ante el pecado del hombre; el paso del Mar Rojo, que supuso la liberación del pueblo de Israel y el inicio de la marcha por el desierto hacia la tierra prometida.

Del Nuevo Testamento se citan el Bautismo de Cristo en el Jordán; el pasaje de San Juan donde se dice que del costado de Cristo salió sangre y agua, dando así origen a los sacramentos, como afirman los Padres de la Iglesia; y el mandato de anunciar el Evangelio hasta el confín de la tierra y bautizar a quien crea.

Por tanto, todas estas citas o alusiones bíblicas nos hacen presente, por una parte, que el agua es instrumento de purificación y de vida nueva, y por otra, nos presentan el ministerio de la Iglesia que, por medio del Bautismo, ve renacer a los nuevos hijos fruto de la fe. Después de esta larga anámnesis se pide por dos veces el Espíritu Santo, para que santifique el agua, de modo que quienes sean bautizados resuciten con Cristo a la vida inmortal.

Una vez que el agua ha sido bendecida –cosa que hay que hacer siempre, salvo que en el tiempo pascual se utilice el agua bendecida en la Vigilia–, tienen lugar las renuncias y la profesión de fe de los padres y padrinos, a las cuales aclama el pueblo, reconociendo en ellas la fe de la Iglesia, en la que el niño va a ser bautizado.

Dice el número 76: “hay que hacer caer en la cuenta que las renuncias y la profesión de fe de padres y padrinos, y el asentimiento de la comunidad, son una actualización de su propio Bautismo y expresan la fe de la Iglesia, en la cual es bautizado el niño”. Por tanto no se trata solamente de que padres y padrinos manifiesten su fe y se la presten al niño, que no puede profesarla con los labios, sino sobre todo de que esa es la fe de la Iglesia, y que, profesándola, los padres y padrinos se comprometen de nuevo a transmitirla al niño –ya lo habían hecho en los ritos iniciales–.

Como bien dice el número 91, “la fe es don de Dios y como tal ha sido recibida en el Bautismo; pero para que ese don no quede estéril requiere respuesta del hombre, y es obra de la catequesis posterior disponer el corazón para acoger el don del Espíritu y seguir sus llamadas”.

Por tres veces, entonces, los padres y padrinos renuncian a lo que nos aparta de Dios, y por tres veces, hacen profesión de fe en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Con el agua y la fe, la Iglesia puede proceder entonces a bautizar al niño, que renacerá como hijo de Dios, iniciando así su camino de fe dentro de la Iglesia.

¿Qué es la crismación? El Santo Crisma es aceite mezclado con perfumes. Junto con el óleo de catecúmenos y el óleo de enfermos, que son simplemente bendecidos, el Santo Crisma es consagrado por el obispo en la Misa Crismal. El aceite es un elemento simbólico cuyos significados los encontramos en la Sagrada Escritura.

  1. El aceite puede significar fortaleza y vigor –es el caso del óleo de catecúmenos– y puede ser signo de salud, porque se utilizaba como ungüento o medicina –así aparece en el sacramento de la unción de enfermos–.
  2. Finalmente, el aceite hace presente la elección de Dios y el don del Espíritu Santo, que consagra a la persona para ejercer una función determinada.

Así, en la antigüedad los reyes de Israel eran ungidos y no coronados, derramando sobre su cabeza el aceite contenido en un cuerno. También eran ungidos los sacerdotes y, más raramente, los profetas. El Crisma se utiliza, por tanto, en aquellas celebraciones sacramentales que suponen una especial consagración de la persona y una unión íntima con Cristo.

  1. Son el Bautismo y la Confirmación –que nos eligen y consagran como cristianos– y el Orden –que consagra a la persona como ministro del Orden Sacerdotal–.
  2. Esta elección es irrevocable y por ello no se pueden reiterar.
  3. Son, por tanto, los sacramentos que imprimen carácter, o sea, un sello indeleble en el alma de esa consagración y pertenencia a Dios.

También se utilizará el Santo Crisma en un sacramental especialmente importante: la dedicación de las iglesias y de los altares. El altar y los muros de la iglesia en esta celebración son también ungidos, de modo que se consagran, es decir, se dedican permanentemente al culto divino como casa de Dios y casa de oración para la Iglesia que allí se reunirá para la celebración de la Eucaristía y de los sacramentos y para escuchar la Palabra de Dios.

La unción con el Crisma se acompaña de una oración: “Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que los liberó del pecado y los hizo renacer por medio del agua y del Espíritu Santo, los unge ahora con el crisma de la salvación, para que, incorporados a su pueblo y permaneciendo unidos a Cristo, Sacerdote, Profeta y Rey, vivan eternamente”,

Del mismo modo que eran ungidos en el Antiguo Testamento los sacerdotes, profetas y reyes, también el cristiano, ungido en la coronilla con el Santo Crisma, está llamado a ser sacerdote, profeta y rey. Sacerdote porque el Bautismo le abrirá la puerta de la fe, que le capacitará para tener una relación personal con Dios, vivida en la Iglesia, y podrá ofrecer, unido a Cristo, su propia vida como sacrificio, dando a Dios el “culto en Espíritu y en Verdad”.

Profeta porque, a su tiempo, este niño estará llamado a testimoniar, de palabra y de obra, el Evangelio de Cristo. Rey porque el cristiano participa en la libertad gozosa de los hijos de Dios, no es esclavo del pecado. Ungido con el Santo Crisma –palabra que viene de Cristo, que significa ungido por el Espíritu Santo– se expresa que el Bautismo ha hecho a la persona un nuevo cristiano.

Recibir a Cristo es, en cierto modo, “hacerse como Cristo”, “configurarse con Cristo”. Qué duda cabe que la unción con el Santo Crisma tiene también un fuerte significado en relación con el Espíritu Santo. Es el Espíritu santificador el que nos configura con Cristo y nos abre y acompaña el camino de la santidad.

Otros ritos explicativos en el Bautismo Durante toda la celebración ha estado encendido el cirio pascual, como lo estuvo en la Vigilia y durante todo el tiempo de Pascua. El Bautismo es la Pascua del cristiano, el paso de la muerte a la vida, el nacimiento del hombre nuevo, que vive de la fe. Por eso las referencias a la Vigilia Pascual son varias.

Ya comentábamos en otro artículo que la oración de bendición del agua es exactamente la misma que se utiliza, con toda solemnidad, durante la Vigilia. El cirio encendido, que significa la vida nueva de Cristo Resucitado, luz que nos ilumina en el camino de la fe y de la vida, nos ayuda a vivir este momento como una Pascua, paso del Señor, que nos rescata de la oscuridad de la muerte y nos lleva al reino de su luz admirable.

El padre, o en su caso, el padrino, es el encargado de encender una vela en la llama del cirio pascual. Mientras tanto, el celebrante dice: “Recibid la luz de Cristo. A vosotros, padres y padrinos, se os confía acrecentar esta luz. Que vuestros hijos, iluminados por Cristo, caminen siempre como hijos de la luz y, perseverando en la fe, puedan salir con todos los santos al encuentro del Señor”.

Es la tercera vez en la celebración en la que se alude a la misión de los padres y padrinos de transmitir la fe a sus hijos o ahijados. La primera había sido en los ritos iniciales, cuando se les preguntó expresamente si estaban dispuestos a ello; la segunda, en las renuncias y profesión de fe.

La imposición de la vestidura blanca es otro de los ritos explicativos, aunque hay veces que se omite por razones de tipo práctico. En el Bautismo por inmersión el niño es revestido con una túnica o vestimenta blanca. Cuando se hace por infusión, el niño no es desnudado para ser bautizado, por lo que la vestidura blanca la lleva ya puesta.

Por eso hay muchos lugares en los que se añade a esa vestidura una capa o un capuchón para poder hacer el signo, aunque de forma menos expresiva. En todo caso, esa vestidura significa la nueva vida del bautizado. “Los que hemos sido bautizados nos hemos revestido de Cristo”, diría San Pablo (cf.

Gál 3,27). El deseo que expresa el sacerdote en este momento es que esa vestidura blanca se conserve sin mancha a lo largo de toda la vida del bautizado. El color blanco de la vestidura volverá a aparecer en otros momentos de la vida del cristiano. Tradicionalmente es blanca la vestidura de la primera comunión –por eso los niños comulgan vestidos de marinero, porque era la única vestidura “de persona mayor” que era blanca–, y blanco es también el vestido de las novias.

En el fondo, es una forma de recordar esa vida que comenzó en el Bautismo y que, no sin dificultades, pero siempre con la ayuda de la gracia de Dios, va creciendo de día en día en aquellos que confían en Él. El effetá, signo que consiste en tocar los oídos y los labios del niño recién bautizado, como hizo Jesús en la curación del sordomudo (Mc 7, 31-37), es un rito que se puede omitir, pero que es muy significativo: el celebrante pide, mientras realiza el gesto, que a su tiempo se abran los oídos y la boca del niño, para escuchar la Palabra de Dios y profesar su fe en Él.

  1. Otro rito importante, que no puede pasar de largo, es el Padrenuestro, la oración del Señor que es propia de los bautizados.
  2. Toda la asamblea la reza en nombre de los niños que han sido bautizados, con la esperanza de que a su tiempo la aprendan y puedan rezarla, especialmente durante la celebración de la Eucaristía, con toda la comunidad cristiana.

Es la primera y principal oración que padres y padrinos habrán de enseñar, de palabra y de obra, a sus hijos y ahijados.

Con la bendición de la madre, del padre y de los presentes se despide la asamblea y culmina así la celebración del sacramento que es la puerta de la fe. Ramón Navarro Gómez Delegado Episcopal de Liturgia

: El Sacramento del Bautismo | Formación litúrgica

¿Cuál fue el primer bautismo en la Biblia?

Cornelio el Centurión (en griego, Κορνήλιος) fue un centurión romano y, según el Nuevo Testamento, el primer gentil en ser bautizado en la fe cristiana.

¿Quién creó el bautismo?

Lección 48.ª – P. – ¿Qué es el Sacramento del Bautismo? R. – Un espiritual nacimiento, en que se nos da el ser de gracia y el carácter de cristianos.P. – ¿Qué ayuda da el Bautismo para la vida cristiana? R. – Las virtudes y auxilios necesarios.P. – ¿Qué pecados quita? R.

– El original, y otro cualquiera que hubiere en el que se bautiza.P. – ¿Qué es pecado original? R. – Aquel con que todos nacemos, heredado de nuestros primeros padres.P. – ¿Cómo sucede así? R. – Al modo que un noble, rebelde a su rey, pierde, para sí y sus hijos, la gracia de su monarca y los privilegios que gozaba.P.

– ¿Contrajo la virgen María el pecado original? R. – No, padre; que por los méritos de su divino Hijo fue inmaculada en su Concepción, llena siempre de gracia, y sin pecado alguno. Jesu-Cristo Nuestro Señor dijo a Natanael: «Quien no renaciere por el bautismo del agua y la gracia del Espíritu Santo, no puede entrar en el reino de Dios».

Quiere decir, que así como el nacimiento primero y corporal es la puerta para entrar en el mundo, así el nacimiento segundo y espiritual, que se efectúa en el Bautismo, es la puerta por donde entramos en la Iglesia de Dios. En la antigua Ley marcó Dios a su pueblo en la carne con la circuncisión, y en la nueva marca en el alma a los cristianos con el carácter que imprime el Bautismo.

Para disponer los judíos a este cambio hizo el Señor que su precursor san Juan empezase a bautizar, y -268- que le bautizase a Él mismo, en cuyo acto sienten algunos santos que Jesu-Cristo instituyó el Sacramento del Bautismo. Lo cierto es que después de resucitado, una de las veces en que el Señor trató con sus Apóstoles, les dijo: «Andad, y enseñad a todas las naciones que guarden cuanto yo os he mandado, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo».

El que creyere y se bautizare, se salvará: se entiende, como el mismo Señor explicó, si la vida corresponde a la fe 110, Con esto, desde que se promulgó el Evangelio, el Bautismo es medio necesario para salvarse, tanto que ni los niños van al cielo si mueren sin Bautismo; y el adulto que no pudiese recibirlo, tiene, si quiere salvarse, que hacer un acto de amor de Dios o de contrición perfecta, con deseo, siquiera implícito, de ser bautizado, lo cual se llama bautismo de deseo.

Así lo enseñaron los Apóstoles, y añade san Agustín que por eso los católicos se han dado siempre gran prisa en que se bauticen las criaturas 111, No lo negaron los primeros protestantes, mas los que ahora nos vienen a estas tierras, unos bautizan y otros no, según a cada cual le parece.

El no bautizado es un infiel, como los que había en España antes que viniera el apóstol Santiago a bautizarnos; no es capaz de confesión ni de otro Sacramento mientras no se cristiane. ¡Increíble parece que haya que inculcar entre nosotros esta verdad, cuando desde Recaredo hasta estos últimos años, por trece siglos, no se conocía en este católico suelo más gente sin bautizar que moros y judíos! Quien, llegado al uso de razón sin estar bautizado, quiere recibir el Bautismo, debe prepararse aprendiendo Doctrina cristiana, y arrepintiéndose de los pecados, pidiendo perdón a Dios y proponiendo cumplir con los deberes de buen cristiano.

-269- Así disponen en las Indias los PP. misioneros a los adultos infieles, quienes, recibido el Bautismo, abandonan los vicios, y se cambian generalmente en otros hombres. Un año hacía que uno de éstos se había bautizado, cuando, volviendo el padre a su pueblo, le pidió la sagrada Comunión.

El padre respondió que se la daría, pero que antes le confesase los pecados mortales que en aquel año había cometido. -¿Y cómo, dijo el indio asombrado, hay cristianos en Europa que después de recibir el Bautismo y el cuerpo adorable de Jesu-Cristo, ofendan a Dios con pecado mortal? Casos de éstos escribieron en sus cartas edificantes los antiguos PP.

de la Compañía de Jesús, y escriben los de ahora en las de Filipinas. A esos nuevos cristianos debiéramos imitar los viejos de por acá; pues el Bautismo, no sólo da la primera gracia y el carácter de cristiano, sino también, como antes se notó, las virtudes y los auxilios con que vivir cristianamente.

Si un adulto se bautiza sin tener siquiera atrición de los pecados mortales que haya cometido, queda bautizado, y recibe el carácter de cristiano; pero no la gracia ni las virtudes, hasta que no haga verdadera penitencia; y si, recibida la gracia, peca después mortalmente, pierde la gracia, pero no el carácter; de modo que aunque se haga hereje y se condene, eternamente será cristiano para mayor confusión y tormento.

Por el contrario, al adulto que se bautiza bien dispuesto, no sólo se le perdona el pecado original, como a los niños, sino todos los que él mismo haya cometido, y toda la pena que por ellos merecía, de modo que tanto el niño como el adulto, si se mueren antes de cometer pecado después del Bautismo, van derechos al cielo.

Todos esos efectos produce el martirio, aun en los que, sin culpa suya, no estuvieran bautizados; y por eso se llama Bautismo de sangre, pues consiste en derramar -270- la sangre o perder la vida a manos de un enemigo de Cristo. Así volaron al cielo las almas de los Inocentes, a quienes Herodes mandó matar por odio que tenía al niño Jesús, y así otros innumerables.

Pero nótese que en el adulto, para ser mártir, se requieren las cosas siguientes: 1.ª Que no resista al tirano; 2.ª Que tenga la verdadera fe, y acepte la muerte por no perder esa fe u otra virtud cristiana; 3.ª Que esté arrepentido de sus pecados, siquiera con dolor de atrición; y 4.ª Si no estuviera bautizado, ni está en su mano serlo, que lo desee siquiera implícitamente.

  1. Queda, pues, sentado, según lo dicho, que el pecado original, con el cual nadie entra en el cielo, no lo perdona sino el Bautismo, o de agua, o de deseo, o de sangre.
  2. Ese pecado lo contraemos todos los descendientes de Adán y Eva al ser naturalmente concebidos en el seno de nuestras madres, lo cual es un dogma de nuestra santa fe, y para de algún modo entenderlo sirve la comparación que pone el Catecismo.
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En efecto, la gracia y amistad de Dios, con el estado de la inocencia, es un don sobrenatural que Dios, por su bondad, había prometido a todo el linaje de Adán, a condición de que éste obedeciese en un precepto muy fácil que le puso, a saber: que no comiese de la fruta de cierto árbol, situado en medio del paraíso.

Vamos a referir la caída de nuestros primeros padres, para que escarmentemos en cabeza ajena. Andaba Eva contemplando las bellezas de aquel jardín deliciosísimo, y el demonio, viéndola sola, se prometió la victoria, y ¿qué hizo el maligno?, con su arte diabólica se posesionó de una serpiente, y simulando voz humana, dijo a la mujer: ¿Por qué Dios os ha prohibido comer de esos frutos? Debió Eva invocar el favor divino y huir del lazo que se la tendía; pero no lo hizo, antes se puso a razonar con el tentador.

-Nos ha dicho, respondió, que si comemos de ese árbol, acaso moriremos. -No moriréis, replicó la -271- serpiente, sino que seréis como dioses, sabedores del bien y del mal. Eva, desvanecida con tan lisonjera promesa, se paró a mirar la hermosura del fruto vedado, que debía ser muy grato al paladar.

  • Alargó la mano, lo cogió, comió de él, y se fue a ofrecerlo a Adán, el cual, por complacerla, también comió.
  • ¡Bocado fatal! ¡Habían pecado! Perdieron la amistad de Dios y el derecho al cielo, sintieron por primera vez la rebeldía de la carne, se avergonzaron de sí mismos, y corrieron a esconderse entre el follaje a cubrir su desnudez.

En vez de dioses se hicieron semejantes a los brutos; en vez de hijos de Dios que eran, quedaron presa del demonio; enflaquecido el entendimiento, maleada la voluntad, desenfrenadas las pasiones, reos de eterna condenación. En esto llamolos Dios a su presencia, les arguyó del pecado y pronunció la sentencia; condenó al demonio y a los suyos, que son todos los malos, a arrastrarse por el polvo como la serpiente, con la mira y afecto en cosas viles e inmundas; a la mujer, a las molestias y dolores de multiplicados partos, y a vivir bajo el dominio del varón; y a éste, a no comer sino a costa de su sudor y trabajos, hasta que con la muerte se convirtieran sus cuerpos en el polvo de que los había formado; luego los arrojó del paraíso.

  1. En ese estado somos engendrados cuantos naturalmente descendemos de Adán y Eva, inficionados del pecado original y sujetos a mil desdichas.
  2. Sólo una, entre todas las puras criaturas, fue concebida en gracia de Dios, y es la Madre del Salvador del mundo, la virgen María.
  3. En el mismo acto de fulminar la sentencia, prometió el misericordioso Señor, que una hija de Eva aplastaría la cabeza al dragón infernal, y sería exenta de su mordedura.

Adán y Eva, pecadores, engendraron hijos pecadores; María inmaculada engendró, por virtud del Espíritu Santo, al niño Dios, salvador de todos; Adán y Eva nos transmiten con la generación la -272- culpa, mas Jesús y María nos restituyen a la gracia con la regeneración del Santo Bautismo.

  1. Siempre la Iglesia católica creyó la Concepción Inmaculada y Santísima de la Madre de Dios.
  2. En España, predicada la fe católica por el apóstol Santiago el Mayor, consta que, por lo menos desde el siglo IV, se daba culto público a María Santísima en el misterio de su Inmaculada Concepción, y que esa devoción fue constantemente en aumento 112,

Porque habiéndolo contradicho algunos, lo defendieron con juramento nuestras célebres universidades; los Reyes Católicos obtuvieron de Sixto IV Misa y oficio; Felipe IV juró en Cortes generales, con todos los diputados, defender este misterio, y Carlos III, lograda facultad de Clemente XIII, mandó en 16 de enero de 1761, reconocer en España e Indias por patrona universal, eminente, especial y principal, a María Santísima en el misterio de su Inmaculada Concepción; que este Patronato se insertase en las leyes fundamentales, y el título de Mater Inmaculada en la letanía lauretana.

Más aún, en varias épocas suplicaron nuestros reyes al Papa que hiciesen enmudecer a los pocos que negaban a la Virgen este hermosísimo privilegio, hasta que en 1854 el gran Pío IX, llamado por esto el Papa de la Inmaculada, por su propia fe y devoción, y a instancias también de toda la cristiandad, definió el dogma, y condenó de herejía al que no lo crea.

Las fiestas que por tan fausto acontecimiento se hicieron en el orbe católico fueron solemnísimas y devotísimas: Ave María purísima, sin pecado concebida; o bien, en gracia concebida, como dicen en varias diócesis. Esa gracia se dio a María Santísima por los méritos de su Hijo, que redimió a su Madre en modo más excelente que a nosotros, a saber: no le quitó el pecado, -273- sino que la preservó de él, o impidiendo que se le aplicase la ley general, o excluyéndola anticipadamente de la misma 113,

¿Dónde fue el primer bautismo?

¿Qué ocurrió en el bautismo de Jesús? – La Biblia nos enseña que Jesús fue bautizado por su primo, Juan el Bautista (ver Mateo 3:13 ). Dios le dio a Juan un poder especial y la autoridad para bautizar (ver Guía de las Escrituras, “Juan el Bautista” scriptures.lds.org). Qué Significa La Palabra Bautismo Jesucristo fue bautizado hace más de 2.000 años, pero el bautismo es igualmente relevante para las personas de hoy día Cuando Jesucristo se bautizó en el Río Jordán (ver Marcos 1:9 ), Dios el Padre habló desde el Cielo dijo que se “complacía” con Jesús (ver Mateo 3:17 ).

Dios también se complace con nosotros cuando elegimos ser bautizados porque, cuando nos bautizamos, mostramos a través de nuestras acciones que lo amamos y queremos seguir a Jesucristo. El Espíritu Santo también estuvo presente en el bautismo de Jesucristo (ver Mateo 3:16 ). Cuando nos bautizamos, nosotros también podemos recibir el don del Espíritu Santo,

Este don especial permite que el Espíritu Santo nos guíe y nos ayude. También nos permite sentir de manera más constante el amor de Dios en nuestras vidas. Si elegimos bautizarnos y vivir rectamente, el Espíritu Santo puede estar siempre presente en nuestras vidas.

Durante el bautismo de Jesucristo, Juan sumergió a Jesús completamente en el agua. Este tipo de bautismo se llama bautismo por inmersión, Podemos ser bautizados por inmersión, tal como lo fue Jesús. Ser completamente sumergidos en el agua representa el perdón completo de los pecados que viene cuando somos bautizados.

Ser “sepultados” en el agua y luego levantados, también representa la nueva vida que se nos da al elegir seguir a Jesucristo y nuestra creencia de que un día nos levantaremos de la tumba gracias a Él (ver Romanos 6:1–4 ). (Para ver un vídeo del bautismo por inmersión de Jesucristo, haga clic aquí ).

¿Cuáles son los 7 tipos de bautismo?

¿Cuáles son los siete sacramentos de la Iglesia? Los sacramentos son signos sensibles y eficaces de la gracia, instituidos por Cristo y confiados a la Iglesia, a través de los cuales se nos otorga la vida divina. Son siete: Bautismo, Confirmación, Eucaristía, Penitencia, Unción de los enfermos, Orden y Matrimonio.

¿Cuál es la finalidad de ser bautizado?

El Sacramento del Bautismo | Formación litúrgica A través del Bautismo entramos a formar parte de la Iglesia y nos convertimos en hijos de Dios. Un sacramento que se recibe una vez en la vida y que imprime carácter. La celebración del Bautismo está contenida en su ritual propio: el Ritual del Bautismo de niños.

  • Como todos los demás rituales, antes de ofrecer los textos y las rúbricas de la celebración, encontramos una sección introductoria, llamada técnicamente los praenotanda, término en latín que podríamos traducir, de forma libre, como orientaciones previas.
  • Es lo mismo que la Ordenación General que encontramos en el Misal Romano, de la que hemos hablado muchas veces en estos artículos.

Los praenotanda del ritual del Bautismo nos hablan de muchas cosas. Por ejemplo, comienzan situando el Bautismo dentro de los Sacramentos de Iniciación Cristiana, describiendo más adelante lo que el Bautismo es desde el punto de vista teológico: sacramento de la fe, incorporación a la vida de la Iglesia, nacimiento a la vida de Dios y participación en el Misterio Pascual.

  1. Continúa el documento resaltando la importancia y el sentido del Bautismo de los niños, práctica que la Iglesia tiene desde el comienzo mismo de su vida, en la época apostólica, cuando eran bautizadas familias enteras que venían a la fe.
  2. Un capítulo importante en los praenotanda del ritual del Bautismo es sin duda el que se refiere a las funciones y ministerios que intervienen en la celebración.

De lo primero que nos habla en este apartado es de la función del pueblo de Dios. Y es que las acciones litúrgicas, entre las que destacan especialmente los sacramentos, “no son acciones privadas, sino celebraciones de la Iglesia”. Esta rotunda afirmación la encontramos en el Concilio Vaticano II, en el número 26 de la Constitución sobre la Sagrada Liturgia, y también en el Catecismo de la Iglesia Católica, en el número 1.140.

Quiero resaltar esto porque hay veces en las que nos encontramos, con respecto a los sacramentos, una mentalidad privatizante que nada tiene que ver con la fe y con lo que los sacramentos son. No es “mi misa”, “mi bautizo” o “mi boda”. Mucho antes de ser nuestra, la celebración es de Dios mismo, de Cristo, y también de la Iglesia.

La mentalidad privatizante tiene como mínimo dos peligros. El primero es sacar el sacramento del contexto que le es propio: la Iglesia y la comunidad cristiana. ¿Por qué hay familias que piden que el bautizo de sus niños, o la primera comunión, no se celebre junto con otros niños y familias? ¿Por qué se excluye la realidad comunitaria? ¿Para hacerlo más exclusivo, más mío? ¿Qué ganamos realmente con eso, si es que ganamos algo? El otro peligro es que, al hacer mío el sacramento, puedo modelarlo, si no manipularlo, a mi antojo o según mis gustos.

  1. Las normas litúrgicas y eclesiales no están puestas al antojo de alguien que un día las inventó, ni están puestas para decir un no rotundo a todo.
  2. Las normas litúrgicas sirven para garantizar que lo que estamos celebrando sea realmente el sacramento tal y como lo concibe la Iglesia, en comunión con ella.

A mí me puede parecer muy bonito que sean padrinos de mi hijo unos amigos míos de toda la vida, pero si esos amigos no están bautizados, por ejemplo, no están capacitados para cumplir con la tarea del padrino, y por tanto no pueden serlo. Porque si no, estaríamos celebrando otra cosa, pero no un bautizo dentro de la comunión de la Iglesia.

La figura de los padres En el número 15 del Ritual del Bautismo de niños se nos habla de la función de los padres en el Sacramento del Bautismo, antes y después de la celebración. En concreto, cuando habla de la función antes de la celebración, plantea que es responsabilidad de los padres el tener una formación adecuada de cara a una celebración consciente.

Muchas veces planteamos el tema justo al revés: parece que la parroquia es la que impone unos cursillos prebautismales que a muchas parejas les parecen algo superfluo e intentan escaquearse. La responsabilidad de la formación previa es de los propios padres.

Otra cosa es que, como dice el mismo número, la parroquia deba, en correspondencia, proveer cómo se ha de llevar a cabo esa formación. Por eso muchas veces nos encontramos diferencias entre los cursillos prebautismales de una parroquia o de otra. En cualquier caso, el contacto con el párroco es subrayado como algo importante.

Esta formación no es simple transmisión de conocimientos o preparación de la celebración, sino que ha de ser también un momento de anuncio y evangelización, dado que, por desgracia, muchas familias vienen a bautizar a sus hijos sin una práctica de fe consolidada.

Insiste luego el en algo que hoy nos parece obvio: la importancia de que los padres asistan a la celebración. En el pasado, no demasiado remoto, la madre, convaleciente del parto, había veces que no podía acudir, al celebrarse el Bautismo en el mismo día del nacimiento del niño o pocos días después. Durante la celebración, la función y el papel de los padres es fundamental, especialmente en algunos momentos: cuando piden públicamente que sea bautizado el niño; cuando lo signan en la frente, después del celebrante; cuando hacen la renuncia a Satanás y pronuncian la profesión de fe; cuando llevan el niño a la fuente bautismal (función que corresponde principalmente a la madre); cuando encienden el cirio; o cuando reciben la bendición especial destinada a las madres y a los padres.

Cuando expliquemos estos momentos resaltaremos el sentido y la importancia de los padres en cada uno de ellos. Es verdad que, en la sociedad actual, encontramos situaciones personales que no son la ideal que plantea el ritual. Vienen, por ejemplo, a bautizar a sus hijos padres que no están unidos por el sacramento del Matrimonio; o que están divorciados civilmente, o niños que son hijos de madre soltera, etc.

  1. Esto requiere un proceso de discernimiento que nunca es igual en todos los casos y que a veces resulta doloroso.
  2. El ritual solamente contempla un caso y da el criterio para discernir: cuando uno de los padres no profesa la fe católica.
  3. ¿Qué ha de hacer entonces en el momento de proclamarla? ¿Fingir? ¿Decirlo formalmente aunque no la profese? Dice el ritual: “Si acaso alguno no pudiera, en conciencia, hacer la profesión de fe –por ejemplo, por no ser católico–, puede guardar silencio.

En este caso, sólo se le pide que cuando presente su hijo al Bautismo garantice o, por lo menos, permita que el niño sea educado en la fe bautismal”. Y, respecto al después del bautismo, añade: “Después de conferido el Bautismo, los padres, por gratitud a Dios y por fidelidad a la misión recibida, deben conducir al niño al conocimiento de Dios, del cual ha sido hecho hijo adoptivo, así como prepararle a la Confirmación y a la Eucaristía.

En esta tarea el párroco les prestará ayuda con medios adecuados”. Los padrinos, corresponsables de la educación en la fe “Según costumbre antiquísima de la Iglesia, no se admite a un adulto al Bautismo sin un padrino (o padrinos, dado que en el Bautismo pueden ser dos, hombre y mujer, o solamente uno), tomado de entre los miembros de la comunidad cristiana ().

En el Bautismo de un niño debe haber también un padrino: representa a la familia, como extensión espiritual de la misma, y a la Iglesia madre, y, cuando sea necesario, ayuda a los padres para que el niño llegue a profesar la fe y a expresarla en su vida”.

  1. Los padrinos tienen, por tanto, una función de representación: tanto de la familia del niño como de la Iglesia misma, que le confía una misión: ayudar a los padres en la educación en la fe del niño que va a ser bautizado.
  2. Es, por tanto, una tarea de corresponsabilidad.
  3. Los padrinos intervienen en la celebración del Bautismo para profesar, juntamente con los padres, la fe de la Iglesia en la cual es bautizado el niño.

Se hace, por tanto, garante de que el niño llegue un día a profesar por sí mismo esa fe que es la de la Iglesia, que se le presta en el momento el Bautismo para que el niño pueda ser bautizado, confiando en la promesa de la futura educación en la fe, hecha por los padres y con la colaboración de los padrinos.

Para ser padrino o madrina el ritual plantea tres requisitos fundamentales: el primero de ellos es la madurez en la fe cristiana. Una persona que se diga, por ejemplo, creyente, pero no practicante –lo cual es una contradicción: si no celebras tu fe, ¿cómo la alimentarás y la harás crecer?–, o una persona que directamente se declare no creyente, ¿cómo podrá ayudar a los padres a guiar al niño por el camino de la fe cristiana –profesada, celebrada y vivida–, si no lo ha recorrido o no le da importancia? A veces los criterios de los padres al elegir a los padrinos del niño –amistad, cercanía, parentesco–, que pueden ser muy razonables, no tienen nada que ver con la función real que se les confía.

Precisamente para garantizar, en la medida de lo posible, que los padrinos hayan recorrido el camino de la fe, marcado por los sacramentos, se pide que hayan recibido los tres sacramentos de la Iniciación Cristiana: Bautismo, Confirmación y Eucaristía.

El ritual no plantea ninguna excepción. Para quien no cumple estos requisitos está la posibilidad de constar como testigo del Bautismo, pero no podrá ejercer la función de padrino. El ritual se pone muy serio con este tema en el número 20: “Los padres han de tomar en serio la elección de buenos padrinos para sus hijos, a fin de que el padrinazgo no se convierta en una institución de puro trámite y formalismo.

No deben dejarse guiar únicamente por razones de parentesco, amistad o prestigio social, sino por un deseo sincero de asegurar a sus hijos unos padrinos que, por su edad, proximidad, formación y vidas cristianas, sean capaces de influir, en su día, eficazmente en la educación cristiana de aquellos”.

  1. Soy muy consciente –lo he vivido en mis propias carnes siendo párroco– de que este tema concreto es fuente de muchísimos conflictos e incomprensión en las parroquias.
  2. Lo que pretendo en este artículo, citando los números del ritual es, por una parte, mostrar la verdadera naturaleza de la función de los padrinos en el Bautismo y, por otra, aclarar que las condiciones externas que pone la Iglesia en el Código de Derecho Canónico o en nuestro Directorio diocesano para la pastoral de los sacramentos no son un capricho, sino el deseo sincero de que quien es bautizado de niño pueda ser adecuadamente acompañado en el camino de la fe a lo largo de su vida.

Otras consideraciones nada tienen que ver con la celebración del sacramento. La celebración del Sacramento del Bautismo La celebración del Bautismo de niños comienza con el rito de acogida. Tanto la Eucaristía como los demás sacramentos y sacramentales comienzan con lo que solemos llamar ritos iniciales,

Se trata de aquella parte de la celebración que nos dispone a escuchar la Palabra y a celebrar el sacramento o sacramental que corresponda, ayudándonos también a tomar conciencia de que, reunidos en nombre del Señor, somos la comunidad cristiana, la Iglesia de Cristo, unidos por un vínculo de comunión que no depende de nosotros, sino que es creado por el Espíritu que habita en nosotros.

Solamente tomando conciencia de ello es como participamos de forma más plena en la celebración, porque toda celebración cristiana es por naturaleza comunitaria. Como nos recuerda Sacrosanctum Concilium, la constitución conciliar sobre liturgia, no se trata de acciones privadas, sino de celebraciones de la Iglesia.

  1. Los ritos iniciales del Bautismo consisten fundamentalmente en la acogida del niño en la comunidad cristiana.
  2. Nos recuerdan los praenotanda del ritual: “(en el rito de acogida) se expresa la voluntad de los padres y padrinos, y la intención de la Iglesia de celebrar el Bautismo: esto se manifiesta por medio de la signación en la frente de los niños, hecha por los padres y por el celebrante”.

La dinámica del rito de acogida es sencilla: mientras se canta un canto adecuado, el sacerdote se dirige a la puerta de la iglesia. Allí aguardan los padres y padrinos con el niño. También pueden estar ya dentro de la iglesia, en su lugar, pero es muy característico recibirlos a la puerta de la iglesia e invitarles a entrar, significando así el sentido de acogida en la Iglesia –con mayúscula, la comunidad de los fieles– del niño que va a ser bautizado y que, precisamente por medio del Bautismo, pasará a formar parte del Pueblo de Dios.

Una vez que el celebrante llega a donde están los padres y padrinos con el niño les saluda y les recuerda el gozo con el que han recibido a este niño como un don de Dios, que es la fuente de toda vida y que quiere ahora comunicarla. Inmediatamente pregunta a los padres por el nombre de cada niño. Para Dios nadie es anónimo.

Él nos ha creado y ha pensado para cada uno de nosotros una hermosa historia de salvación, de encuentro con Él a través de nuestra vida. Esto es lo que el nombre significa en la Sagrada Escritura: Dios nos conoce por nuestro nombre, Dios nos ama. Luego se les pregunta a los padres qué han venido a pedir a la Iglesia.

La respuesta: “el Bautismo”, o bien otra similar: “la gracia de Cristo”, “la entrada en la Iglesia”, “la vida eterna”. Los padres aparecen así como responsables y garantes de la fe de su hijo y, por tanto, de su futura educación en la fe. Es lo que el celebrante les pregunta inmediatamente después: si son conscientes de esa obligación de educar en la fe a los hijos.

A los padrinos les interrogará sobre su disponibilidad de ayudar a los padres en la tarea de la educación en la fe. Manifestar delante de la comunidad el compromiso de los padres y padrinos es garantía suficiente para acoger al niño en la Iglesia. Esto se hace por medio de la señal del cristiano, la señal de la Cruz, que el celebrante, los padres y los padrinos, en nombre de toda la comunidad, trazan en la frente del niño sin decir nada.

  1. Después, ya en su lugar, se escuchará la Palabra de Dios.
  2. La Iglesia, por tanto, se alegra en estos primeros ritos del Bautismo al acoger a un nuevo miembro a través de esta celebración.
  3. Por eso, el ritual aconseja que la comunidad parroquial participe, de alguna manera, en el Bautismo, para hacer presente esa acogida y ese gozo pascual.
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La liturgia de la Palabra en el sacramento “La celebración de la Palabra de Dios se ordena a que, antes de realizar el sacramento, se avive la fe de los padres y padrinos y de todos los presentes, y se ruegue en la oración común por el fruto del sacramento.

Esta celebración consta de la lectura de uno o varios textos de la Sagrada Escritura; de la homilía, juntamente con un tiempo de silencio; de la oración de los fieles, que concluye con una oración en forma de exorcismo, y a su vez introduce la unción con el óleo de los catecúmenos o la imposición de manos”.

Así describe la Liturgia de la Palabra el número 69 de los praenotanda –introducción o notas previas– del Ritual del Bautismo de niños. En efecto, la primera finalidad de la proclamación de la Palabra de Dios en la celebración litúrgica es que se avive la fe de los creyentes.

  1. La fe viene por la escucha atenta de la Palabra de Dios (cf.
  2. Rom 10,17).
  3. Sin esa fe viva la gracia del sacramento no sería acogida plenamente.
  4. El número 69 señala directamente a los padres, en primer lugar; a los padrinos, en segundo; y a “todos los presentes”, a la asamblea, que representan a la Iglesia misma.

El niño será bautizado “en la fe de la Iglesia”, de la que participan tanto los padres y padrinos como el resto de la asamblea, y por eso es necesario que se avive por la escucha de la Palabra de Dios antes de realizar el sacramento. Cómo se articula la proclamación de las lecturas depende ya de quien ha preparado la celebración y de las circunstancias de la misma –por ejemplo, del número de niños que han de ser bautizados, para no alargarla excesivamente–.

En cualquier caso, como mínimo habrá una lectura, normalmente del Evangelio, pero pueden hacerse varias, incluyendo también el salmo responsorial. Por eso el número 70 habla de la cuidadosa preparación de la Liturgia de la Palabra en todas sus partes –lecturas, homilía, silencio, oración de los fieles–.

Dirá luego el número 71: “De la conveniente elección de las lecturas depende en gran parte el fruto de esta celebración de la Palabra. La brevedad o el gusto personal del celebrante no ha de ser el criterio decisivo, sino el interés pastoral de la comunidad”.

La homilía –que el número 69 nombra de pasada y el número 72 desarrolla un poco más– debería, partiendo de la Palabra proclamada, iluminar el hecho concreto del Bautismo de los niños que se está celebrando, ayudando a padres, padrinos y asamblea –a quienes antes se ha nombrado al hablar de la escucha de la Palabra de Dios– a entender mejor el sentido de lo que están celebrando: “la homilía, como parte integrante del rito, dentro de su brevedad, tiende a explicar las lecturas y a llevar a los presentes a un conocimiento más profundo del Bautismo y a la aceptación de las responsabilidades que nacen del mismo, sobre todo para los padres y padrinos”.

Es el número 72 de los praenotanda, La Liturgia de la Palabra concluye con una oración de los fieles donde se pide especialmente por el niño, sus padres y padrinos. Esta plegaria concluye con una oración que el ritual llama de exorcismo, Los exorcismos, tanto en el ritual de la iniciación cristiana de adultos como el que ha quedado en el Bautismo de niños, son oraciones que piden que el Espíritu llene la vida de la persona –niño o adulto– y el poder del mal no pueda nada contra él.

Precisamente por eso, acabada esta oración, el niño es ungido en el pecho con el óleo de catecúmenos, aceite bendecido por el obispo en la Misa Crismal que, como dice la oración de la unción, es signo de la fortaleza que el Espíritu Santo nos da para, a su tiempo en el caso del niño, vivir la fe con todas las consecuencias.

Los ritos que nos preparan para la celebración Acabada la liturgia de la Palabra –que, como recordaremos, comprende, aparte de las lecturas y la homilía, algunos ritos como la unción prebautismal– comienza la celebración del sacramento propiamente dicho.

El rito del Bautismo está precedido por la bendición del agua y por las renuncias y la profesión de fe. La bendición del agua es “una oración solemne del celebrante, que, recordando la historia de la salvación e invocando a Dios, bendice el agua del Bautismo o recuerda su bendición” (n.73). Es muy significativo que esta oración sea exactamente la misma que se utiliza en la Vigilia Pascual en la noche santa.

Esto significa que aunque estemos en el más humilde de los bautizos, para el niño que es bautizado supone la participación en la Pascua del Señor. Se trata de una oración larga. Como todas las grandes plegarias utilizadas en la liturgia, comienza con una gran anámnesis, es decir, un recorrido por la historia de la salvación, mostrando lo que Dios ya ha hecho.

En este caso se alude a varios textos bíblicos, tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo, donde aparece el agua como signo e instrumento de la salvación de Dios. En concreto se alude a la creación, en la que “el Espíritu de Dios se cernía sobre las aguas”, en palabras del Génesis; luego a Noé y el diluvio, donde las aguas dieron paso a una nueva creación ante el pecado del hombre; el paso del Mar Rojo, que supuso la liberación del pueblo de Israel y el inicio de la marcha por el desierto hacia la tierra prometida.

Del Nuevo Testamento se citan el Bautismo de Cristo en el Jordán; el pasaje de San Juan donde se dice que del costado de Cristo salió sangre y agua, dando así origen a los sacramentos, como afirman los Padres de la Iglesia; y el mandato de anunciar el Evangelio hasta el confín de la tierra y bautizar a quien crea.

Por tanto, todas estas citas o alusiones bíblicas nos hacen presente, por una parte, que el agua es instrumento de purificación y de vida nueva, y por otra, nos presentan el ministerio de la Iglesia que, por medio del Bautismo, ve renacer a los nuevos hijos fruto de la fe. Después de esta larga anámnesis se pide por dos veces el Espíritu Santo, para que santifique el agua, de modo que quienes sean bautizados resuciten con Cristo a la vida inmortal.

Una vez que el agua ha sido bendecida –cosa que hay que hacer siempre, salvo que en el tiempo pascual se utilice el agua bendecida en la Vigilia–, tienen lugar las renuncias y la profesión de fe de los padres y padrinos, a las cuales aclama el pueblo, reconociendo en ellas la fe de la Iglesia, en la que el niño va a ser bautizado.

  • Dice el número 76: “hay que hacer caer en la cuenta que las renuncias y la profesión de fe de padres y padrinos, y el asentimiento de la comunidad, son una actualización de su propio Bautismo y expresan la fe de la Iglesia, en la cual es bautizado el niño”.
  • Por tanto no se trata solamente de que padres y padrinos manifiesten su fe y se la presten al niño, que no puede profesarla con los labios, sino sobre todo de que esa es la fe de la Iglesia, y que, profesándola, los padres y padrinos se comprometen de nuevo a transmitirla al niño –ya lo habían hecho en los ritos iniciales–.

Como bien dice el número 91, “la fe es don de Dios y como tal ha sido recibida en el Bautismo; pero para que ese don no quede estéril requiere respuesta del hombre, y es obra de la catequesis posterior disponer el corazón para acoger el don del Espíritu y seguir sus llamadas”.

  1. Por tres veces, entonces, los padres y padrinos renuncian a lo que nos aparta de Dios, y por tres veces, hacen profesión de fe en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
  2. Con el agua y la fe, la Iglesia puede proceder entonces a bautizar al niño, que renacerá como hijo de Dios, iniciando así su camino de fe dentro de la Iglesia.

¿Qué es la crismación? El Santo Crisma es aceite mezclado con perfumes. Junto con el óleo de catecúmenos y el óleo de enfermos, que son simplemente bendecidos, el Santo Crisma es consagrado por el obispo en la Misa Crismal. El aceite es un elemento simbólico cuyos significados los encontramos en la Sagrada Escritura.

  1. El aceite puede significar fortaleza y vigor –es el caso del óleo de catecúmenos– y puede ser signo de salud, porque se utilizaba como ungüento o medicina –así aparece en el sacramento de la unción de enfermos–.
  2. Finalmente, el aceite hace presente la elección de Dios y el don del Espíritu Santo, que consagra a la persona para ejercer una función determinada.

Así, en la antigüedad los reyes de Israel eran ungidos y no coronados, derramando sobre su cabeza el aceite contenido en un cuerno. También eran ungidos los sacerdotes y, más raramente, los profetas. El Crisma se utiliza, por tanto, en aquellas celebraciones sacramentales que suponen una especial consagración de la persona y una unión íntima con Cristo.

Son el Bautismo y la Confirmación –que nos eligen y consagran como cristianos– y el Orden –que consagra a la persona como ministro del Orden Sacerdotal–. Esta elección es irrevocable y por ello no se pueden reiterar. Son, por tanto, los sacramentos que imprimen carácter, o sea, un sello indeleble en el alma de esa consagración y pertenencia a Dios.

También se utilizará el Santo Crisma en un sacramental especialmente importante: la dedicación de las iglesias y de los altares. El altar y los muros de la iglesia en esta celebración son también ungidos, de modo que se consagran, es decir, se dedican permanentemente al culto divino como casa de Dios y casa de oración para la Iglesia que allí se reunirá para la celebración de la Eucaristía y de los sacramentos y para escuchar la Palabra de Dios.

La unción con el Crisma se acompaña de una oración: “Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que los liberó del pecado y los hizo renacer por medio del agua y del Espíritu Santo, los unge ahora con el crisma de la salvación, para que, incorporados a su pueblo y permaneciendo unidos a Cristo, Sacerdote, Profeta y Rey, vivan eternamente”,

Del mismo modo que eran ungidos en el Antiguo Testamento los sacerdotes, profetas y reyes, también el cristiano, ungido en la coronilla con el Santo Crisma, está llamado a ser sacerdote, profeta y rey. Sacerdote porque el Bautismo le abrirá la puerta de la fe, que le capacitará para tener una relación personal con Dios, vivida en la Iglesia, y podrá ofrecer, unido a Cristo, su propia vida como sacrificio, dando a Dios el “culto en Espíritu y en Verdad”.

Profeta porque, a su tiempo, este niño estará llamado a testimoniar, de palabra y de obra, el Evangelio de Cristo. Rey porque el cristiano participa en la libertad gozosa de los hijos de Dios, no es esclavo del pecado. Ungido con el Santo Crisma –palabra que viene de Cristo, que significa ungido por el Espíritu Santo– se expresa que el Bautismo ha hecho a la persona un nuevo cristiano.

Recibir a Cristo es, en cierto modo, “hacerse como Cristo”, “configurarse con Cristo”. Qué duda cabe que la unción con el Santo Crisma tiene también un fuerte significado en relación con el Espíritu Santo. Es el Espíritu santificador el que nos configura con Cristo y nos abre y acompaña el camino de la santidad.

  1. Otros ritos explicativos en el Bautismo Durante toda la celebración ha estado encendido el cirio pascual, como lo estuvo en la Vigilia y durante todo el tiempo de Pascua.
  2. El Bautismo es la Pascua del cristiano, el paso de la muerte a la vida, el nacimiento del hombre nuevo, que vive de la fe.
  3. Por eso las referencias a la Vigilia Pascual son varias.

Ya comentábamos en otro artículo que la oración de bendición del agua es exactamente la misma que se utiliza, con toda solemnidad, durante la Vigilia. El cirio encendido, que significa la vida nueva de Cristo Resucitado, luz que nos ilumina en el camino de la fe y de la vida, nos ayuda a vivir este momento como una Pascua, paso del Señor, que nos rescata de la oscuridad de la muerte y nos lleva al reino de su luz admirable.

El padre, o en su caso, el padrino, es el encargado de encender una vela en la llama del cirio pascual. Mientras tanto, el celebrante dice: “Recibid la luz de Cristo. A vosotros, padres y padrinos, se os confía acrecentar esta luz. Que vuestros hijos, iluminados por Cristo, caminen siempre como hijos de la luz y, perseverando en la fe, puedan salir con todos los santos al encuentro del Señor”.

Es la tercera vez en la celebración en la que se alude a la misión de los padres y padrinos de transmitir la fe a sus hijos o ahijados. La primera había sido en los ritos iniciales, cuando se les preguntó expresamente si estaban dispuestos a ello; la segunda, en las renuncias y profesión de fe.

La imposición de la vestidura blanca es otro de los ritos explicativos, aunque hay veces que se omite por razones de tipo práctico. En el Bautismo por inmersión el niño es revestido con una túnica o vestimenta blanca. Cuando se hace por infusión, el niño no es desnudado para ser bautizado, por lo que la vestidura blanca la lleva ya puesta.

Por eso hay muchos lugares en los que se añade a esa vestidura una capa o un capuchón para poder hacer el signo, aunque de forma menos expresiva. En todo caso, esa vestidura significa la nueva vida del bautizado. “Los que hemos sido bautizados nos hemos revestido de Cristo”, diría San Pablo (cf.

  • Gál 3,27).
  • El deseo que expresa el sacerdote en este momento es que esa vestidura blanca se conserve sin mancha a lo largo de toda la vida del bautizado.
  • El color blanco de la vestidura volverá a aparecer en otros momentos de la vida del cristiano.
  • Tradicionalmente es blanca la vestidura de la primera comunión –por eso los niños comulgan vestidos de marinero, porque era la única vestidura “de persona mayor” que era blanca–, y blanco es también el vestido de las novias.

En el fondo, es una forma de recordar esa vida que comenzó en el Bautismo y que, no sin dificultades, pero siempre con la ayuda de la gracia de Dios, va creciendo de día en día en aquellos que confían en Él. El effetá, signo que consiste en tocar los oídos y los labios del niño recién bautizado, como hizo Jesús en la curación del sordomudo (Mc 7, 31-37), es un rito que se puede omitir, pero que es muy significativo: el celebrante pide, mientras realiza el gesto, que a su tiempo se abran los oídos y la boca del niño, para escuchar la Palabra de Dios y profesar su fe en Él.

Otro rito importante, que no puede pasar de largo, es el Padrenuestro, la oración del Señor que es propia de los bautizados. Toda la asamblea la reza en nombre de los niños que han sido bautizados, con la esperanza de que a su tiempo la aprendan y puedan rezarla, especialmente durante la celebración de la Eucaristía, con toda la comunidad cristiana.

Es la primera y principal oración que padres y padrinos habrán de enseñar, de palabra y de obra, a sus hijos y ahijados.

Con la bendición de la madre, del padre y de los presentes se despide la asamblea y culmina así la celebración del sacramento que es la puerta de la fe. Ramón Navarro Gómez Delegado Episcopal de Liturgia

: El Sacramento del Bautismo | Formación litúrgica

¿Cuál es el propósito del bautismo?

Tres puntos de vista sobre el bautismo – Entre los que profesan fe en Jesucristo, hay tres puntos de vista importantes sobre el bautismo que considero no bíblicas. El bautismo como medio de salvación. Este punto de vista también se llama “regeneración bautismal”, y es la creencia (sostenida de varias formas por diferentes denominaciones) que el bautismo es el medio o un medio de salvación.

  • Los católicos romanos son los más acérrimos practicantes de él, como su catecismo lo dice: “El Santo Bautismo es la base de toda la vida cristiana, la puerta de entrada a la vida en el Espíritu y la puerta que da acceso a los demás sacramentos.
  • A través del Bautismo somos libres de pecado y nacemos de nuevo como hijos de Dios; nos convertimos en miembros de Cristo, incorporados a la Iglesia y partícipes de su misión: ‘el Bautismo es el sacramento de la regeneración por el agua en la Palabra’.

Este sacramento se llama también ‘el lavado de la regeneración y la renovación por el Espíritu Santo’, porque significa y realiza realmente el nacimiento del agua y del Espíritu sin el cual nadie ‘puede entrar en el reino de Dios'”. Por esta convicción, los católicos niegan la justificación a través de solo la gracia y a través de solo la fe.

Los luteranos también sostienen una variante de la regeneración bautismal, aunque afirman que no contradice su visión de la justificación sólo por la gracia mediante la fe. El profesor luterano Robert Kolb escribe, “el Bautismo cumple lo que Dios prometió a su pueblo del Antiguo Testamento. Da la salvación, es decir, la nueva vida en Cristo, a aquellos ‘que han sido elegidos según la presciencia de Dios Padre”.

Aunque el bautismo “salva”, de acuerdo con la teología luterana, “el bautismo es una acción de Dios, una obra de Su Palabra”. En resumen, Kolb escribe, “el bautismo salva. No lo hace con mera agua o como causa de la salvación, que reside en la encarnación, muerte y resurrección de Cristo.

  • El bautismo salva como un instrumento que Dios ha utilizado desde la creación del universo, es decir, Su Palabra”.
  • El bautismo como innecesario o irrelevante.
  • En el lado opuesto, los que rechazan la regeneración bautismal, algunas veces son tentados a dar muy poca importancia a la ordenanza.
  • Porque están convencidos que el bautismo no puede causar salvación o añadir a ella, lo consideran innecesaria para los nuevos creyentes en Jesús.

Aunque no hay un individuo cristiano o denominación que afirme realmente sostener esta perspectiva, aquellos que fallan en enseñar a los nuevos creyentes a ser bautizados, tácitamente, la sostienen. El bautismo como entrada al pueblo del pacto. Este punto de vista es sostenido por presbiterianos y otras denominaciones reformadas que practican el bautismo de infantes.

Richard L. Pratt Jr. describe esta perspectiva de esta manera: “La teología reformada considera el bautismo como un misterioso encuentro con Dios que tiene lugar a través de un rito, que incluye elementos físicos y una ceremonia especial. A través de este encuentro, Dios en Su gracia distribuye bendiciones a aquellos que participan por la fe y también juicio a aquellos que participan sin fe”.

Ellos sostienen que el bautismo es eficaz, más que solamente simbólico. “En el punto de vista reformado, el bautismo es eficaz; la gracia divina es ‘realmente conferida por el Espíritu Santo’, a través del bautismo. Aun así este otorgamiento es misterioso porque es ordenado enteramente por el consejo eterno libremente determinado de Dios”.

Ellos creen que el bautismo es para la Iglesia, lo que la circuncisión es para Israel. Así, el bautismo, al igual que la circuncisión, sirve para entrar en la comunidad de pacto, pero los que están en la comunidad de pacto deben expresar su fe en Dios y arrepentimiento, así como Dios pidió a su pueblo que circuncidara sus corazones.

Creyendo que la promesa del nuevo pacto se aplica a las familias, al igual que a Israel, ellos bautizan a los niños. Sinclair Ferguson explica: “Los hijos de los creyentes reciben la misma promesa que sus padres y por lo tanto deben ser bautizados”.

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